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Tú. Sí, tú. Inundas de deseo mi pensamiento renaciendo en el perfume de las horas. Luz que incesante grita en mis silencios. Una vez más, tú. Me desnudas en cada palabra, encendiendo miradas, piel y brasas. Dilatando mi aliento en el abismo de lo imaginable. Siempre tú. Desangrándome en cada latido y estremeciendo -incansable- mi desnudez. Respiras en todos y cada uno de mis sentidos. Susana Násera©️

No estaré

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No estaré pero estaré. Permaneceré cayendo como lluvia obnubilando tu ser en aguacero, te mojarás de mí sin entenderlo. Estaré como polvo de camino... Estaré como brisa y a veces como huracán aventando tus huesos doloridos. Estaré en las flores o como aroma etéreo prohibido. Estaré. Siempre estaré. Aunque creas que no estoy, aunque huyas, aunque te escondas. Estaré. Porque lo que está en el corazón jamás encuentra otro destino y aún cuando cierres los ojos estaré contigo. Ana Vivero Megias©️

Mujeres transparentes

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Existen mujeres transparentes que fueron concebidas por los dioses. Son, como el perfil del aire: livianas, ingrávidas, etéreas. Su delicado tacto se asemeja al beso de los ángeles y la fragilidad de su mirada a la de la porcelana china. Cuando lloran liberan minúsculos cristales que se evaporan al contacto con el aire y su piel deja al descubierto con igual proporción el alma, las arterias, los órganos vitales o el pensamiento. De noche, cuando duermen, reflejan en las sábanas imágenes oníricas o apasionadas escenas de jóvenes amantes; sus pechos parecen vidrieras por donde asoma los ojos el amor. Son criaturas de largas piernas, con muslos interminables, cabellos de fuego y delicadas cinturas. Al andar imitan el movimiento de un océano de trigo movido por el viento y en sus brazos siempre habita la vida. Me gustan las mujeres transparentes, sencillas, sin cubiertas ni máscaras. Siempre tuve debilidad por la delicadeza con que fueron agraciadas. José Sarria©️

Nadie habla

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Nadie habla de esas gotas que se pegan al cristal para recordarte que la vida es lluvia, sol, noche y día. Nadie habla de esos momentos que se quedan  tan grabados en tu memoria que los revives una y otra vez. Nadie habla del viento en tu pelo o en tu ombligo o en tu cara. Nadie habla de esa palabra que se quedó  enganchada en tus cabellos y no puedes arrancar. Nadie habla del amor incondicional entre tú y  yo, él y tú, o entre ella y yo. Nadie habla de la vida. Nadie habla de las cosas que realmente son importantes. Rita Turza© Poemario "La piel del otro" Poemas llenos de sentimiento de la mano de nuestra compañera Rita Turza . Pinchando su nombre te llevará a su blog "Cosas que siento" Imagen tomada de internet

Háblame

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Comprendo el lenguaje de tu cuerpo, el verbo de tus dedos, los sustantivos de tu mirada, pero háblame esta noche, disfrázame en capitales, hazme minúscula en la canción ensarta tus letras como abalorios. Adorna mi pecho con palabras, lengüetea tus vocales en mi pecho, cosquillea mi cerebro con consonantes, enfría tu calor en sílabas, grita mi nombre esta noche. Joyce Ashuntantag©

Itinerario

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Iba hacia España y llegué a Cuba. Iba hacia Jorge y llegué a Juan. Iba hacia las letras y llegué al embarazo. Iba a dormir pero aquí estoy. Reconozco que entre mis virtudes nunca se destacó la puntería. María Montero©

Aceleración de los cuerpos

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Durante el camino, ella piensa que no llegará a tiempo. La distancia y la soledad de su prisa son más que un anticipo. Al llegar, no escucha sino el murmullo de la sangre y el deseo, por eso no tarda en adentrarse por el ancho corredor. Luego está sentada, desnuda de la cintura para abajo. Todo está limpio, tibio y en penumbra. Es el 13 de febrero de 1970 y es una perfecta mañana de invierno. Mi madre tiene dolor, tal es la naturaleza de un parto, y por eso su destino es el coraje, un coraje donde el dolor es la única salida. Después de la última contracción comienzan las revelaciones: el dolor se convierte en destino de la cintura para abajo; el coraje, en una penumbra de invierno; mi madre se congela en el amplio corredor y yo me convierto en el deseo que nunca llega a tiempo. María Montero©