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Mostrando las entradas etiquetadas como Gustavo Adolfo Becquer

Rima LXXIII

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Cerraron sus ojos, que aun tenía abiertos; taparon su cara con un blanco lienzo, y unos sollozando, otros en silencio, de la triste alcoba todos se salieron.    La luz, que en un vaso ardía en el suelo, al muro arrojaba la sombra del lecho, y entre aquella sombra veíase a intérvalos dibujarse rígida la forma del cuerpo.     Despertaba el día y a su albor primero, con sus mil ruidos despertaba el pueblo. Ante aquel contraste de vida y misterios, de luz y tinieblas, medité un momento: ¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!    De la casa, en hombros, lleváronla al templo, y en una capilla dejaron el féretro. Allí rodearon sus pálidos restos de amarillas velas y de paños negros.    Al dar de las ánimas el toque postrero, acabó una vieja sus últimos rezos; cruzó la ancha nave, las puertas gimieron y el santo recinto quedose desierto.    De un reloj se oía compasado el péndulo, y de algunos cirios el chisporroteo. Tan medroso y triste, ta...

Rima LXXIV

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Las ropas desceñidas, desnudas las espaldas, en el dintel de oro de la puerta dos ángeles velaban. Me aproximé a los hierros que defienden la entrada y de las dobles rejas, en el fondo, la vi confusa y blanca. La vi como la imagen que en leve ensueño pasa, como el rayo de luz tenue y difuso que entre tinieblas nada. Me sentí de un ardiente deseo llena el alma ¡como atrae un abismo, aquel misterio hacia sí me arrastraba! Mas ¡ay!, que de los ángeles parecían decirme las miradas -¡El umbral de esta puerta sólo Dios lo traspasa! Gustavo Adolfo Bécquer©️

Rima LXXV

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¿Será verdad que cuando toca el sueño con sus dedos de rosa nuestros ojos de la cárcel que habita huye el espíritu en vuelo presuroso? ¿Será verdad que, huésped de las nieblas de la brisa nocturna al tenue soplo, alado sube a la región vacía a encontrarse con otros? ¿Y allí, desnudo de la humana forma; allí, los lazos terrenales rotos, breves horas habita de la idea el mundo silencioso? ¿Y ríe y llora, y aborrece y ama, y guarda un rastro del dolor y el gozo, semejante al que deja cuando cruza el cielo un meteoro? ¡Yo no sé si ese mundo de visiones vive fuera o va dentro de nosotros; pero sé que conozco a muchas gentes a quienes no conozco! Gustavo Adolfo Bécquer ©

Rima LXXVI

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En la imponente nave del templo bizantino vi la gótica tumba a la indecisa luz que temblaba en los pintados. Las manos sobre el pecho, y en las manos un libro, una mujer hermosa reposaba sobre la urna del cincel prodigio. Del cuerpo abandonado al dulce peso hundido, cual si de blanda pluma, y raso fuera, se plegaba su lecho de granito. De la postrer sonrisa el resplandor divino guardaba el rostro como el cielo guarda del sol que muere el rayo fugitivo. Del cabezal de piedra, sentados en el filo, dos ángeles, el dedo sobre el labio, imponían silencio en el recinto. No parecía muerta; de los arcos macizos parecía dormir en la penumbra y que en sueños veía el paraíso. Me acerqué de la nave al ángulo sombrío como quien llega con callada planta junto a la cuna donde duerme un niño. La contemplé un momento, y aquel resplandor tibio, aquel lecho de piedra que ofrecía próximo al muro otro lugar vacío, en el alma avivaron la sed de lo infinito, el ansia de esa vida de la muerte, para la que un ...