De humo
La primera vez que dijo mi nombre, caí en la cuenta de lo mucho que me pesaba ser yo, luego dio una profunda calada a su cigarro como si el mundo entero dependiera de su boca y yo, que nunca he querido ser nada, ni siquiera héroe, quise ser de humo. Llevaba un vestido negro y flores en el pelo, se había colocado una sonrisa bien temprano y la mueca de felicidad se le extendía por el rostro como una enfermedad terminal. Igual que aquel montoncito de pecas por encima del escote, como si su piel estuviera en constante guerra por cambiar de color. No tenía edad ni venia de ningún sitio, se llamaba Marlene aunque era mentira, como mentira eran sus tetas de tres mil euros en una clinica ilegal o sus manos de construir amaneceres en la playa en una ciudad donde el mar solo habitaba en las postales de los estancos. Se llamaba Marlene y era mentira pero yo a las tres de la madrugada de todas las noches de mi vida siempre he dejado que me engañen. Marlene hizo de otoño y marchitó las flores de s...