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lunes, 16 de septiembre de 2024

Rima LXXVI

En la imponente nave
del templo bizantino
vi la gótica tumba a la indecisa
luz que temblaba en los pintados.

Las manos sobre el pecho,
y en las manos un libro,
una mujer hermosa reposaba
sobre la urna del cincel prodigio.

Del cuerpo abandonado
al dulce peso hundido,
cual si de blanda pluma, y raso fuera,
se plegaba su lecho de granito.

De la postrer sonrisa
el resplandor divino
guardaba el rostro como el cielo guarda
del sol que muere el rayo fugitivo.

Del cabezal de piedra,
sentados en el filo,
dos ángeles, el dedo sobre el labio,
imponían silencio en el recinto.

No parecía muerta;
de los arcos macizos
parecía dormir en la penumbra
y que en sueños veía el paraíso.

Me acerqué de la nave
al ángulo sombrío
como quien llega con callada planta
junto a la cuna donde duerme un niño.

La contemplé un momento,
y aquel resplandor tibio,
aquel lecho de piedra que ofrecía
próximo al muro otro lugar vacío,
en el alma avivaron
la sed de lo infinito,
el ansia de esa vida de la muerte,
para la que un instante son los siglos...

Cansado del combate
en que luchando vivo,
alguna vez recuerdo con envidia
aquel rincón oscuro y escondido.

De aquella muda y pálida
mujer me acuerdo y digo:
¡oh qué amor tan callado el de la muerte!
¡Qué sueño el del sepulcro tan tranquilo!

Gustavo Adolfo Bécquer©



domingo, 15 de septiembre de 2024

Qué largo es morir

Qué largo es morir durante toda una vida,
largas las películas, los domingos por la tarde,
las horas extras, tu currículum.
Qué larga la jornada laboral y los estantes del Carrefour, 
las retenciones en la A- 92 a finales de agosto. 
Qué larga la cola del INEM y las comidas familiares,
la cuesta de enero y las noches 
desde que te fuiste.
Este poema, tan largo como la aguja 
que clavarán en mi piel cuando despierte 
en una clínica
y yo sea mi abuelo.

Juan Domingo Aguilar©️





viernes, 13 de septiembre de 2024

Sexo oral

Pronunciar tu nombre
mientras cada letra 
se deshace en mis labios
y mi boca se llena de ti.

Y tu sabor 
me abrasa más el alma 
que la lengua,
y mi cuerpo
se incendia
por ti.

Juan Antonio Piñero Jiménez ©